María es periodista, poeta y escritora. Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universitat Pompeu Fabra, es autora del Grupo Planeta desde 2017. Además de los poemarios No te acabes nunca y La vida rima (Espasa Es Poesía), ha publicado La vida secreta de los fantasmas (Lunwerg), así como varios títulos de literatura infantil en castellano y catalán: Versos de buenas noches, ¿Qué bigotes me pasa?, Siempre contigo y, más recientemente, MAMÁ y La pedorreta que delató a la Mofeta y otros cuentos memorables de animales indomables, bajo los sellos Destino Infantil y Juvenil, Baobab y Estrella Polar. Morderse la lengua es su primera novela.
Una ficción que combina maravillosamente las reflexiones sobre el duelo, la pérdida, la maternidad y el amor con una trama cercana en la que las casualidades y las palabras se convierten en protagonistas.
Nuestro mundo no se puede explicar sin lenguaje y el lenguaje no se puede explicar sin palabras.
Exactamente de la misma forma que Alicia no se entiende sin Tomás, su hermano mellizo, pues llevan compartiéndolo todo desde el útero. Alicia y Tomás, a su vez, no se comprenden sin sus siempre competentes padres, sin su casa de estilo racionalista, sin su colegio de curas o sin el barrio acomodado de Barcelona en el que han crecido y que ahora les sirve de escenario para capear las responsabilidades propias de la edad adulta.
Como todas las historias, la suya también está expuesta a la pluma del azar y a los múltiples vaivenes que trae irremediablemente consigo. Por eso, en el momento menos esperado, Tomás y Alicia chocarán con una aplastante certeza: algunos acontecimientos son capaces de tergiversar por completo la narrativa que se espera de la vida.
Y es entonces, cuando todo se emborrona —los recuerdos de la infancia, la familia, el trabajo, Barcelona e incluso la férrea relación entre los mellizos—, cuando no hay más remedio que aprender a reescribirse.
Morderse la lengua es una oportunidad para dejarse remover por un puñado de preguntas sabiendo que la respuesta no siempre va a ser la que más nos satisfaga.
Nuestro mundo no se puede explicar sin lenguaje y el lenguaje no se puede explicar sin palabras.
Exactamente de la misma forma que Alicia no se entiende sin Tomás, su hermano mellizo, pues llevan compartiéndolo todo desde el útero. Alicia y Tomás, a su vez, no se comprenden sin sus siempre competentes padres, sin su casa de estilo racionalista, sin su colegio de curas o sin el barrio acomodado de Barcelona en el que han crecido y que ahora les sirve de escenario para capear las responsabilidades propias de la edad adulta.
Como todas las historias, la suya también está expuesta a la pluma del azar y a los múltiples vaivenes que trae irremediablemente consigo. Por eso, en el momento menos esperado, Tomás y Alicia chocarán con una aplastante certeza: algunos acontecimientos son capaces de tergiversar por completo la narrativa que se espera de la vida.
Y es entonces, cuando todo se emborrona —los recuerdos de la infancia, la familia, el trabajo, Barcelona e incluso la férrea relación entre los mellizos—, cuando no hay más remedio que aprender a reescribirse.
Morderse la lengua es una oportunidad para dejarse remover por un puñado de preguntas sabiendo que la respuesta no siempre va a ser la que más nos satisfaga.