Barbara Black creía en el mundo racional y nada más. Pero un día, al cruzar la calle, sintió que una mano la sujetaba del abrigo y la arrojaba hacia atrás en el preciso instante en que dos vehículos chocaban y subían a la vereda. Unos segundos más y el resultado hubiera sido otro.
Cuando se levantó y buscó a quién agradecerle por haber evitado el impacto fatal, no había nadie a su alrededor.
Regresó muchas veces a la misma intersección de ca...
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